Saludos a todos los que me leen. Aquí estoy de nuevo.
Ya debería haberles contado un par de historias nuevas pero ¡ah, la escasez de tiempo y otras excusas y zarandajas no me han dejado!
Estamos en otoño porque sabemos desde siempre la fecha de su aparición, pero este año se resiste a hacer acto de presencia, continúa de vacaciones en toda la Península y por supuesto en Canarias. Las temperaturas siguen siendo las mismas que en agosto. No obstante, por aquello del hábito y de la disciplina he intentado seguir las mismas pautas de siempre: sacar la ropa de inverno del armario y llevar a la tintorería aquellas prendas que lo necesitan, como si con esa acción estuviera dándole un empujoncito al adormecido otoño obligándolo a despertarse. Y es que ya estoy harta del calor, como también lo estoy de otras cosas, por ejemplo, del avispero de la política. No es posible encender la radio o la televisión sin cierto temblor de mano y expectación mientras te preguntas: ¿qué será lo que habrá sucedido desde anoche hasta ahora? Parece poco probable que en tan pocas horas se hayan producido novedades, pero siempre las hay. De modo que, ante tanta avalancha de noticias nada edificantes, reiterativas y espeluznantes, he preferido no ver la tele, ni oír la radio, salvo lo estrictamente necesario, es decir solo las noticias de la mañana; el resto del tiempo lo ocupo en otras actividades como leer, escuchar música o pasear a solas, remedios de desintoxicación.
Tantas han sido mis ganas de desconectar de todo esto y de que se produjera un cambio en las temperaturas que ayer decidí comprar una revista de moda para ver los avances y novedades de esta temporada. Un acto frívolo y sin consecuencias para la salud mental, me dije. Es lo que creía. Claro que no podía imaginar, como un acto tan sencillo, iba a producir en mí un revulsivo tan desagradable. Se publican en dos formatos, uno en tamaño grande, de mesa de café, así lo llamo yo y otro más pequeño, de bolso, como diría un comentarista de estas cuestiones.
Tantas han sido mis ganas de desconectar de todo esto y de que se produjera un cambio en las temperaturas que ayer decidí comprar una revista de moda para ver los avances y novedades de esta temporada. Un acto frívolo y sin consecuencias para la salud mental, me dije. Es lo que creía. Claro que no podía imaginar, como un acto tan sencillo, iba a producir en mí un revulsivo tan desagradable. Se publican en dos formatos, uno en tamaño grande, de mesa de café, así lo llamo yo y otro más pequeño, de bolso, como diría un comentarista de estas cuestiones.
Y aquí está la historia que voy a contarles.
Para empezar elegí el formato de mesa de café. Una porque la iba a leer a la hora que se supone que un español saborea un cortado o un café y otra porque el contenido es más grande, ya sean las fotos de los modelos o la letra de los comentarios y por tanto más cómodo de ver y de leer. Con lo que no contaba es que para poder comprender lo que leía, además del cortado, tenía que tener un diccionario de inglés. Tal cual. Y ahora les diré por qué.
El formato de estas revistas está muy bien pensado, es distraído, tienen multitud de detalles mezclados que te obligan a ver la revista más de una vez, siempre encuentras algo que no habías visto en la ojeada anterior pero, ¡ay! la palabra escrita es otra cuestión muy diferente. Mientras que lo que ves lo entiendes, lo que escriben es un galimatías incomprensible . Veamos algunos ejemplos de esta revista en concreto.
Las primeras páginas se van de un soplo en publicidad hasta que entramos en lo que de verdad nos interesa y eso está en la:
Las primeras páginas se van de un soplo en publicidad hasta que entramos en lo que de verdad nos interesa y eso está en la:
Pág. 7. Una serie de collares de diferentes formatos y colores y al lado el siguiente comentario: "Elige uno y llévalo con dos piezas de punto y sneakers. Con tu dress de cuello alto inclínate por uno de cuentas de colores" .
- Un poco más allá unos bolsos de pelo en distintos colores llevan el siguiente comentario: La estética furry llega a los complementos. ¿Lo último? combina la funda de tu smartphone con el clutch.
En la esquina superior de la misma página una falda, un jersey de punto, un bolso y unos mocasines: "Dale un giro a tus looks working mezclando prendas femeninas con otras boyish".
Y estoy en la página 7. La revista tiene 146.
Pág. 8. Un mocasín negro de piel con punta metálica y suela de goma corrida, como una zapatilla de deporte: "Luce las slip-on con unos pitillos capri, sudadera oversize y bolso shopper.
Abro al azar otra página.
Pág. 12. Vestidos por debajo de la rodilla en distintos colores y texturas: "El espíritu "normcore" llega a los vestidos". (Lo que yo interpreté es: El espíritu "No corras" ha llegado a los vestidos).
Continúo con el azar.
Pág. 28. En la página una modelo muy joven con una falda de cuadros tableada como los uniformes de colegio y a la rodilla, una camiseta de manga larga en cintura, un bolsito en la mano que también se puede colgar al hombro y, en la pág. de al lado, las mismas prendas solas, más un abrigo hecho con dos tejidos: pelo y lana. Al loro con el comentario: "Falda fifties, abrigo cocoon, peto boyish y jersey college son las opciones de street style de nuestras it girls". Después de leer esta frase, me miré en el espejo para ver el morado de los ojos.
La falda escocesa tipo "tartana"
Pag. 104. "El stilo más caliente" anuncia esta página. Y ahora, atención que no tiene desperdicio: "Llevamos las 11 tendencias más "hot" de la pasarela al "street Style" en versión "low cost". Ficha el tuyo y el outfit estrella con el que arrasarás. Recuerda: en invierno tu look es el abrigo. Por lo que he podido ver todo este collar de palabras - perlas se refieren a abrigos de pelo de distintos largos y colores. Y no es que me haya molestado en buscar el significado en un diccionario sino que las fotos hablan por sí mismas.
Los abrigos que se pone el Coco para asustar
Por aquello de un ejemplo de cada cosa, llegamos a la página de las faldas de tubo de toda la vida por debajo de la rodilla y que ahora se llaman "Faldas lápiz". El comentario es el siguiente: " La midi de cuero también funciona con una blusa troquelada y una bomber.
Las faldas de tubo de los sesenta. ¿Alguien las recuerda con un lápiz?
Y ahora, una vez vistas todas las novedades en la moda "NOS VAMOS de tiendas" en la página 95 que reza así: "...para llenar el armario de faldas college, camisas con lazada y abrigos de corte oversize. ¿Lo imprescindible? un pantalón japo con trench fluido.
Y así sucesivamente; no hay un hueco libre. Hasta los cuadros escoceses de toda la vida, ahora se les llama tartán, nombre de la falda de los clanes escoceses y que yo, naturalmente, asocio con las tartanas, que nada tienen que ver.
La falda escocesa tipo "tartana"
Pag. 104. "El stilo más caliente" anuncia esta página. Y ahora, atención que no tiene desperdicio: "Llevamos las 11 tendencias más "hot" de la pasarela al "street Style" en versión "low cost". Ficha el tuyo y el outfit estrella con el que arrasarás. Recuerda: en invierno tu look es el abrigo. Por lo que he podido ver todo este collar de palabras - perlas se refieren a abrigos de pelo de distintos largos y colores. Y no es que me haya molestado en buscar el significado en un diccionario sino que las fotos hablan por sí mismas.
Los abrigos que se pone el Coco para asustar
Por aquello de un ejemplo de cada cosa, llegamos a la página de las faldas de tubo de toda la vida por debajo de la rodilla y que ahora se llaman "Faldas lápiz". El comentario es el siguiente: " La midi de cuero también funciona con una blusa troquelada y una bomber.
Las faldas de tubo de los sesenta. ¿Alguien las recuerda con un lápiz?
Y ahora, una vez vistas todas las novedades en la moda "NOS VAMOS de tiendas" en la página 95 que reza así: "...para llenar el armario de faldas college, camisas con lazada y abrigos de corte oversize. ¿Lo imprescindible? un pantalón japo con trench fluido.
Y así sucesivamente; no hay un hueco libre. Hasta los cuadros escoceses de toda la vida, ahora se les llama tartán, nombre de la falda de los clanes escoceses y que yo, naturalmente, asocio con las tartanas, que nada tienen que ver.
¡Por Dios y la Virgen! ¿Se puede ser más rematadamente cursi? Por lo visto en algunas revistas de moda hay una máxima: alcanzar la cima de la estupidez más absoluta en los comentarios porque, aunque nadie los lea, ni los entienda, ni les interese, la persona que los escribe tiene que dar la imagen de estar impregnada del espíritu de los grandes modistos que guían su pluma en sus exóticos comentarios y, de ese modo, poder resaltar con autoridad el atractivo de sus creaciones. Con un poco de suerte, hasta con la bendición de la mismísima "Maison" (nombre con el que se designa el taller de Chanel). Y, a fe mía, como exclamaría un caballero medieval, no lo han conseguido ya que, y aquí me río a carcajada limpia, los grandes modistos de la historia de la moda son y siguen siendo franceses e italianos que, durante décadas, han tenido el monopolio de la creatividad, de la elegancia, de las tendencias en la moda y del saber estar en el vestir, tanto para las mujeres como para los hombres, con lo que, lo lógico sería pensar que los comentarios, estuvieran salpicados de palabras en francés o en italiano y sin embargo, y aquí es donde vuelvo a enarcar una ceja, la susodicha persona utiliza palabras inglesas para designar a las distintas prendas, un idioma que nunca se ha distinguido precisamente por representar ninguna de las cualidades de la alta costura. Desde luego, si hubiese que utilizar algún idioma que no fuera el autóctono debería ser el francés, incluso el italiano, pero nunca el inglés. Es posible que en algunos lugares este idioma sea el único modo de llegar a la gente, pero aquí en España, en toda Latinoamérica, en algunos estados de USA y en unos pocos países africanos donde solo se habla español, les aseguro yo que solo sirve para, o bien ignorarlos o bien para sacarles punta y reírse a carcajadas. Naturalmente, no se me ocurre consultar un diccionario para poder entender los comentarios de una revista de moda ya que las fotos hablan por sí mismas y, desde siempre, han tenido un nombre en español y, si no lo tienen, nosotros se lo damos rápidamente como es el caso de las papas quineguas en Tenerife. No voy a contarles la historia del nombre para no aburrirles pero sí de donde procede: King Edwards = Quineguas. Fácil, ¿no? Totalmente españolizado.
Volviendo a lo que estaba contándoles, ni una sola página de esta revista, comenzando por el nombre, se salva de estos tontos, ininteligibles y absurdos comentarios, ni siquiera con un complemento tan sencillo y universal como una cartera de mano color mostaza de toda la vida a la que le endilgan lo siguiente: "Cásalo (masculino, y es que tras muchas vueltas llegué a la conclusión de que se estaba refiriendo al nombre que le dan a la pobre cartera: clutch) con un jumpsuit color caqui,... y abrigo furry. Me dio hasta miedo seguir las instrucciones, porque ¿y si el jumpsuit ese se lo come o lo destroza a dentelladas y me quedo sin la cartera? porque a mí me suena a animal depredador, con más hambre que un quinceañero. Y no digamos la furia desatada del abrigo Furry, que por algo lleva ese nombre.
Asqueada y hartita hasta la náusea de semejantes bobadas, me lancé a hacer un recorrido por las tiendas. Quería ver de qué manera se traducían los comentarios de las revistas en las prendas de vestir de la nueva temporada. No pude. Antes de entrar, el golpe me lo di de lleno en la frente. Delante de un escaparate de Zara donde se exhibía un maniquí masculino con una serie de prendas muy bien conjuntadas, vi, impreso en el cristal lo siguiente: "Man on 2da". Constaté que nadie lo leía. No obstante me pregunté si no habría más de ese estilo en otros comercios. ¡Santo cielo! No es que haya unos cuantos, estamos invadidos de anglicismos. Lo más hilarante es que nadie los lee y a nadie interesan. CyA me quedaba en la misma ruta y delante de la puerta colgaba un cartel gigantesco con la palabra ¡WOW! ¡Qué precios! Supuse que significaría nuestro: ¡GUAU! de siempre. Dos pasos más allá, una tienda Natura exhibía un cartel en el escaparate con la siguiente frase: "Good News by Natura". ¡Bendito sea el Señor! que diría Sor Etelvina y yo exclamé para mis adentros, esto es peor que una invasión de extraterrestres. No hay un comercio que escape a semejante estupidez. Una tienda de cosméticos muy bien situada, riza el rizo con esta tontería, es decir desde el nombre de la tienda: Beautik y en letras más pequeñas "make up". Esta vez no resistí la tentación de entrar y preguntar. Observé a los dos dependientes: uno era un joven veinteañero con la cara pintada de distintos coloretes que atendía a una señora y, una joven, unos años mayor, que me dio la impresión de ser la encargada. Me dirigí a ella y le pregunté: "Perdona, ¿cómo se llama la tienda?" Biutic me contestó. No será BEAUTIK le recalco la palabra despacio y con alevosía. No, así se escribe pero se pronuncia Biutic, me contesta ¡Ah! y, ¿qué significa? Pues, belleza, salón de belleza. ¡Ah! exclamo yo, mientras sin disimulo alguno lo escribo en mi cuaderno de notas. Y, ¿make up? le vuelvo a preguntar. Antes de que pudiera contestarme, el veinteañero, que se ve que tenía puesta la oreja en nuestra conversación, se giró interrumpiendo las explicaciones a la clienta que estaba atendiendo y me dice en un tono de entendido pijotero: "Maquillaje". Después de aquello me fui directa al baño a vomitar.
Podría seguir hasta cansarlos, pero tendré compasión. Es suficiente con la muestra.
En lo único que ha acertado la revista es con mi horóscopo que dice: " Tu objetivo lo tienes bien claro en la cabeza: salir de donde estás y pirarte fuera. Ahora hay que allanar el camino para que esto se haga realidad y que no se quede simplemente en el mundo de los pensamientos y los deseos". En la cabecera un gorrito de punto blanco con la palabra PARÍS bordadas en negro. SI SEÑOR.
Y ahora la segunda parte.
Al día siguiente decido acercarme a unos grandes almacenes, que dicho sea de paso, les di mi bendición porque no encontré ni rastro de anglicismos, salvo el nombre de las marcas de los productos que vendían y, tras varias vueltas, llegué hasta la sección de zapatos, de calzado, de coturno... Y estando allí sucedió otra sabrosa historia que les voy a contar a continuación:
Un matrimonio inglés, turistas y de mediana edad, intentaban hacerse entender con la dependienta en su idioma y cuanto más se esforzaban menos los entendía la chica; la pobre no tenía ni idea de lo que le hablaban, salvo palabras sueltas. Yo estaba muy cerca de ellos atenta al desarrollo de la conversación dado que estaba con las secuelas de la revista de moda y de los anglicismos de las tiendas y, por tanto, muy sensible. De pronto, el hombre hizo un gesto de enfado con un punto de alteración en la voz: la dependienta no le entendía. La chica se encogió sobre sí misma como un caracol en verano, con aire de culpabilidad, compungida, apurada y a punto de soltar una lágrima. Fue el momento en el que decidí que debía intervenir.
Lo primero que hice fue preguntarle al hombre "Do you speak spanish", a lo que me contestó que no, luego le pregunté si sabía francés a lo que me contestó "Oui, oui". Entonces, dado que mi inglés solo se limita a la frase que le había soltado, le dije en francés lo siguiente: "Mi querido señor, no sé si sabe que se encuentra Ud. en España, que aquí se habla español, como en Rusia el ruso, en China el chino y en Inglaterra el inglés. Si bien en muchos países se hace el esfuerzo de hablar en español y en inglés, por aquello de ser las dos lenguas más habladas en el mundo, no debería Ud. enfadarse si estando en España solo le hablan en español, pues, cuando los españoles van a su tierra, a Inglaterra, o al Reino Unido, como prefiera, nadie, absolutamente nadie, es capaz de hablar una sola palabra en español. Es más, los dependientes, los empleados públicos y cualquiera que esté cara al público, son capaces de dejarle a Ud. con la palabra en la boca, darle la espalda y hacer un gesto de mala educación como demostración de que el hecho de no saber inglés es algo así como ser un pobre diablo que no tiene donde caerse muerto y por lo tanto no es digno de ser atendido. Y, sabe qué, no sé qué hará esta chica que le está atendiendo, pero si de mí dependiera, es decir, si yo estuviera en su situación, actuaría de la misma manera que lo hacen Uds. en su país para con los españoles que la visitan. Por esa razón y para terminar, le diré que cuando el zorro ladre en español, quizá, solo quizá, me plantee que ha llegado el momento de que yo aprenda inglés. Entretanto, le sugiero se compre un diccionario para hacerse entender, como tenemos que hacer los españoles que no sabemos inglés, cuando visitamos su país". Solo me faltó echar espuma por la boca, pero no, le solté el discursito sin el más mínimo atisbo de alteración, amable y serena, aunque con ganas de proferir unos cuantos exabruptos. A continuación miré a la dependienta, ¡pobre!, que seguía atenta la conversación aunque sin entender una palabra, mientras la pareja, un tanto azorada, sacaba un diccionario de la mochila. Sin tan siquiera mirarme se dirigieron a la chica y juntos se dedicaron a ojearlo en busca de las palabras necesarias para hacerse entender. Yo me limité a dar media vuelta y a desaparecer, mascullando lo que me habría gustado decirles y que no hice porque, "no se debe ser maleducada ni perder la compostura en ninguna circunstancia". Fue lo que me enseñaron, '¡Qué le vamos a hacer!
En el metro de Londres consultando el diccionario.
Y, en este punto de saturación de estupidez lingüística recordé el enfado diario de una compañera, profesora de Lengua en un Instituto de Madrid que, durante la media hora del desayuno, no paraba de quejarse acerca de lo que estaba sucediendo en la educación secundaria y, desde luego, no le faltaba razón. Ahora, hoy por hoy, en estos momentos, en este instante, resulta que los institutos deben aspirar a ser bilingües: español-inglés. Los que puedan y tengan medios, claro está. Hasta aquí no parece nada del otro mundo, ni nada reprochable, todo lo contrario si tenemos en cuenta la globalización y la necesidad de entendernos, pero, y aquí es donde creo que hemos perdido del todo el Norte, como diría un explorador, una cosa es aprender inglés con métodos modernos que agilicen su aprendizaje y otra muy distinta que haya que dar las clases de todas las asignaturas en ese idioma. Ella, con mucho acierto y gracia castiza, envenenada y desfigurada por el enfado, comentaba: "¿Se imaginan que en Inglaterra se modificaran lo planes de estudio y se obligase a los alumnos a estudiar todas la materias en español?" ¡Antes se seca la campiña y con razón! Pero si los alumnos no saben ni la gramática española ¿cómo quieres que aprendan el inglés? ¿Los tiempos verbales? ¿Eso qué es? ¿El pretérito perfecto de subjuntivo? ¿En qué idioma hablas, eso es un Manga o qué?
¿Creen que esto acaba aquí? ni lo sueñen, no es ni el principio del fin.
Continuará.
Asqueada y hartita hasta la náusea de semejantes bobadas, me lancé a hacer un recorrido por las tiendas. Quería ver de qué manera se traducían los comentarios de las revistas en las prendas de vestir de la nueva temporada. No pude. Antes de entrar, el golpe me lo di de lleno en la frente. Delante de un escaparate de Zara donde se exhibía un maniquí masculino con una serie de prendas muy bien conjuntadas, vi, impreso en el cristal lo siguiente: "Man on 2da". Constaté que nadie lo leía. No obstante me pregunté si no habría más de ese estilo en otros comercios. ¡Santo cielo! No es que haya unos cuantos, estamos invadidos de anglicismos. Lo más hilarante es que nadie los lee y a nadie interesan. CyA me quedaba en la misma ruta y delante de la puerta colgaba un cartel gigantesco con la palabra ¡WOW! ¡Qué precios! Supuse que significaría nuestro: ¡GUAU! de siempre. Dos pasos más allá, una tienda Natura exhibía un cartel en el escaparate con la siguiente frase: "Good News by Natura". ¡Bendito sea el Señor! que diría Sor Etelvina y yo exclamé para mis adentros, esto es peor que una invasión de extraterrestres. No hay un comercio que escape a semejante estupidez. Una tienda de cosméticos muy bien situada, riza el rizo con esta tontería, es decir desde el nombre de la tienda: Beautik y en letras más pequeñas "make up". Esta vez no resistí la tentación de entrar y preguntar. Observé a los dos dependientes: uno era un joven veinteañero con la cara pintada de distintos coloretes que atendía a una señora y, una joven, unos años mayor, que me dio la impresión de ser la encargada. Me dirigí a ella y le pregunté: "Perdona, ¿cómo se llama la tienda?" Biutic me contestó. No será BEAUTIK le recalco la palabra despacio y con alevosía. No, así se escribe pero se pronuncia Biutic, me contesta ¡Ah! y, ¿qué significa? Pues, belleza, salón de belleza. ¡Ah! exclamo yo, mientras sin disimulo alguno lo escribo en mi cuaderno de notas. Y, ¿make up? le vuelvo a preguntar. Antes de que pudiera contestarme, el veinteañero, que se ve que tenía puesta la oreja en nuestra conversación, se giró interrumpiendo las explicaciones a la clienta que estaba atendiendo y me dice en un tono de entendido pijotero: "Maquillaje". Después de aquello me fui directa al baño a vomitar.
Podría seguir hasta cansarlos, pero tendré compasión. Es suficiente con la muestra.
En lo único que ha acertado la revista es con mi horóscopo que dice: " Tu objetivo lo tienes bien claro en la cabeza: salir de donde estás y pirarte fuera. Ahora hay que allanar el camino para que esto se haga realidad y que no se quede simplemente en el mundo de los pensamientos y los deseos". En la cabecera un gorrito de punto blanco con la palabra PARÍS bordadas en negro. SI SEÑOR.
Y ahora la segunda parte.
Al día siguiente decido acercarme a unos grandes almacenes, que dicho sea de paso, les di mi bendición porque no encontré ni rastro de anglicismos, salvo el nombre de las marcas de los productos que vendían y, tras varias vueltas, llegué hasta la sección de zapatos, de calzado, de coturno... Y estando allí sucedió otra sabrosa historia que les voy a contar a continuación:
Un matrimonio inglés, turistas y de mediana edad, intentaban hacerse entender con la dependienta en su idioma y cuanto más se esforzaban menos los entendía la chica; la pobre no tenía ni idea de lo que le hablaban, salvo palabras sueltas. Yo estaba muy cerca de ellos atenta al desarrollo de la conversación dado que estaba con las secuelas de la revista de moda y de los anglicismos de las tiendas y, por tanto, muy sensible. De pronto, el hombre hizo un gesto de enfado con un punto de alteración en la voz: la dependienta no le entendía. La chica se encogió sobre sí misma como un caracol en verano, con aire de culpabilidad, compungida, apurada y a punto de soltar una lágrima. Fue el momento en el que decidí que debía intervenir.
Lo primero que hice fue preguntarle al hombre "Do you speak spanish", a lo que me contestó que no, luego le pregunté si sabía francés a lo que me contestó "Oui, oui". Entonces, dado que mi inglés solo se limita a la frase que le había soltado, le dije en francés lo siguiente: "Mi querido señor, no sé si sabe que se encuentra Ud. en España, que aquí se habla español, como en Rusia el ruso, en China el chino y en Inglaterra el inglés. Si bien en muchos países se hace el esfuerzo de hablar en español y en inglés, por aquello de ser las dos lenguas más habladas en el mundo, no debería Ud. enfadarse si estando en España solo le hablan en español, pues, cuando los españoles van a su tierra, a Inglaterra, o al Reino Unido, como prefiera, nadie, absolutamente nadie, es capaz de hablar una sola palabra en español. Es más, los dependientes, los empleados públicos y cualquiera que esté cara al público, son capaces de dejarle a Ud. con la palabra en la boca, darle la espalda y hacer un gesto de mala educación como demostración de que el hecho de no saber inglés es algo así como ser un pobre diablo que no tiene donde caerse muerto y por lo tanto no es digno de ser atendido. Y, sabe qué, no sé qué hará esta chica que le está atendiendo, pero si de mí dependiera, es decir, si yo estuviera en su situación, actuaría de la misma manera que lo hacen Uds. en su país para con los españoles que la visitan. Por esa razón y para terminar, le diré que cuando el zorro ladre en español, quizá, solo quizá, me plantee que ha llegado el momento de que yo aprenda inglés. Entretanto, le sugiero se compre un diccionario para hacerse entender, como tenemos que hacer los españoles que no sabemos inglés, cuando visitamos su país". Solo me faltó echar espuma por la boca, pero no, le solté el discursito sin el más mínimo atisbo de alteración, amable y serena, aunque con ganas de proferir unos cuantos exabruptos. A continuación miré a la dependienta, ¡pobre!, que seguía atenta la conversación aunque sin entender una palabra, mientras la pareja, un tanto azorada, sacaba un diccionario de la mochila. Sin tan siquiera mirarme se dirigieron a la chica y juntos se dedicaron a ojearlo en busca de las palabras necesarias para hacerse entender. Yo me limité a dar media vuelta y a desaparecer, mascullando lo que me habría gustado decirles y que no hice porque, "no se debe ser maleducada ni perder la compostura en ninguna circunstancia". Fue lo que me enseñaron, '¡Qué le vamos a hacer!
En el metro de Londres consultando el diccionario.
Y, en este punto de saturación de estupidez lingüística recordé el enfado diario de una compañera, profesora de Lengua en un Instituto de Madrid que, durante la media hora del desayuno, no paraba de quejarse acerca de lo que estaba sucediendo en la educación secundaria y, desde luego, no le faltaba razón. Ahora, hoy por hoy, en estos momentos, en este instante, resulta que los institutos deben aspirar a ser bilingües: español-inglés. Los que puedan y tengan medios, claro está. Hasta aquí no parece nada del otro mundo, ni nada reprochable, todo lo contrario si tenemos en cuenta la globalización y la necesidad de entendernos, pero, y aquí es donde creo que hemos perdido del todo el Norte, como diría un explorador, una cosa es aprender inglés con métodos modernos que agilicen su aprendizaje y otra muy distinta que haya que dar las clases de todas las asignaturas en ese idioma. Ella, con mucho acierto y gracia castiza, envenenada y desfigurada por el enfado, comentaba: "¿Se imaginan que en Inglaterra se modificaran lo planes de estudio y se obligase a los alumnos a estudiar todas la materias en español?" ¡Antes se seca la campiña y con razón! Pero si los alumnos no saben ni la gramática española ¿cómo quieres que aprendan el inglés? ¿Los tiempos verbales? ¿Eso qué es? ¿El pretérito perfecto de subjuntivo? ¿En qué idioma hablas, eso es un Manga o qué?
¿Creen que esto acaba aquí? ni lo sueñen, no es ni el principio del fin.
Continuará.
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