¡Hola a todos!
Hoy día, en cualquier
ciudad del mundo con la vida ajetreada que llevamos es raro que algo te llame
la atención de manera rotunda, es decir, más allá de un vistazo o de un breve
comentario. Si sucede, lo cual es un milagro, no suele durar más de unos pocos
segundos para luego pasar al olvido definitivo. Lo vemos a diario en cualquier
lugar, en una farmacia, en un mercado o en una tienda de moda, da lo mismo, la
gente entra y sale como hormigas en un hormiguero. Detener la mirada en algo
concreto durante un rato largo es raro; por lo general, vamos a piñón fijo hacia
un punto determinado a la búsqueda de algo que necesitamos y cuando no es
así, sino que estamos por estar, por distracción, por echar un ojo a las
novedades, lo normal es que deambulemos de una sección a otra sin que nada en
especial nos llame la atención.
Yo me uno a este
vagabundeo en ocasiones, cuando la rutina diaria me exaspera más de lo habitual
y necesito echar un vistazo al género humano y constatar que aún pertenezco a
él, a pesar de todo. Y, en uno de esos momentos, hace un par de días, me topé,
esa es la palabra, con un enorme cartel publicitario con la imagen de un hombre
anunciando un perfume. Nada nuevo, pueden pensar algunos, pero desde aquí ya
les digo yo que sí que lo es, es muy diferente a lo que estamos habituados a
ver.
El hombre que te mira desde las
alturas en una pose desenfadada y enfundado en un traje de corte impecable, te
deja clavada en el sitio. Francamente, es difícil hoy día contemplar a un
hombre así, de modo que, seguí allí mirando el cartel unos minutos más preguntándome
qué era lo que lo hacía tan atractivo además de la apostura, la elegancia, el traje oscuro, la camisa blanca y la corbata. Todo eso contribuye pero no es determinante. Yo buscaba otra cosa, había algo más...; hasta que,
al fin, me di cuenta. Lo que en verdad me mantenía pegada al cartel era
la serena virilidad que transmitía. Sin esfuerzo ni aspavientos.
La dependienta se me
acercó y al verme tan ensimismada, atinó a comentar: “¡Es tan sensual, tan
masculino, ¿verdad?”
Me quedé pensando en
sus palabras y después de un rato llegué a la conclusión de que la reflexión
era demasiado simplista.
No obstante, era
verdad.
Después de semejante
reclamo no me quedaba otra opción que probar la fragancia que anunciaba, qué
menos. La dependienta cogió una tira de cartulina y esparció el perfume con
destreza, con la práctica que da la rutina y, a continuación me la ofreció. No
sé el tiempo que hacía que no me detenía a oler un perfume masculino, a no ser
los clásicos, que son intocables y atemporales pero, debo reconocer, que el aroma de éste es relajante y alegre; el componente cítrico ralentiza el paso del tiempo,
conserva al hombre en una eterna edad de primera madurez, le insufla pasión y
autenticidad. Fascinante.
De modo que, mis más
sinceras felicitaciones a la firma Hugo Boss porque el anuncio es,
sencillamente, perfecto.
Otro que llamó mi
atención fue el de Cristian Dior. El modelo que lo anuncia es completamente
diferente al anterior pero no menos acertado. Es un hombre transgresor, un
páramo agreste, salvaje, poco dispuesto a dejarse domar porque no va con su
naturaleza y, el perfume que anuncia, refleja ese carácter: flores silvestres
con un profundo halo de libertad. Este hombre no sugiere, afirma; las medias
tintas no van con él, las cosas son blancas o negras, los colores intermedios
una debilidad, y él no lo es. Usa este perfume porque encaja con su
personalidad, pero más que nada porque quiere, porque le viene en gana.
Ha sido un acierto. El anuncio es muy bueno.
El último en el que me
detuve fue en Diesel. El plano del anuncio es más corto y directo. Tuve que
alejarme para poder verlo mejor, muy cerca dejas de apreciarlo, se te viene
encima. No obstante está también muy logrado. El modelo expresa cercanía,
naturalidad, conversación inteligente sin excesos; es como un paseo por Madrid,
una visita al Prado o una cena en un bar sin pretensiones. Un hombre así
aprecia la sencillez y la cultiva pero le gusta un toque que le haga sentirse especialmente bien, un toque superficial, extravagante si se quiere, el
contrapunto a lo predecible de su persona. El perfume que anuncia lo consigue:
es fresco y desenfadado con una pizca de sequedad. Me hizo sentir agradecida
con la vida y eso es mucho.
A punto de marcharme,
giro a la derecha y allí estaba ella, eterna como Roma, una diosa del Olimpo
con un regalo en los labios, una fresa con un toque de lilas, sugerente y
contenido; un otoño incipiente con reminiscencias del verano que se va pero
que la diva retiene porque puede, porque es Sofía Loren. No se puede competir
con ella y aspirar a ganar, hay que conformarse, y Dolce y Gabbana lo
sabe, es de la misma tierra, con los mismos vinos y la misma cintura.
Insuperable.
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