miércoles, 19 de junio de 2013

ME GUSTÓ, PERO SIN MUEBLES NO.

Querida Pe:
Aquí estoy de nuevo. Y digo yo, ¿qué finalidad tiene el programa que se llama, algo así como "Casas para ricos" o "Casas para ver pero no tocar" o "Jódete que tú no puedes ni acercarte"? Creo que el nombre auténtico es más sutil, por algo estamos en crisis. Pero a lo que vamos; estaba viendo por la tele una de esas casas que, tal y como te la muestran, a duras penas puedes hacerte una idea de cómo es en realidad, ya que los espacios que te enseñan son tan grandes e inútiles como vulgares, vulgares porque no tienen otra finalidad que mostrar, (aunque enmascarada bajo un velo de apariencia de clase)  la ostentación típica de los nuevos ricos; son espacios sin sentido, sin una finalidad clara, salvo una presunción puramente arquitectónica. Si a eso le sumamos el pedante comentario del Fulanito que la está mostrando,disfrazado tras una actitud de indiferencia, de que "los propietarios apenas la han vivido, solo se han celebrado fiestas y reuniones de amigos o con grandes magnates" ¿Magnates? ¿Magnates de qué: cáscaras de alpiste, pipas de girasol o quizás de cualquier otra materia prima imprescindible para la vida, como el pienso para perros? Me quedó la desagradable sensación de estar viendo y oyendo la estupidez más absurda de mi vida. Claro que, el Fulanito que mostraba la casa a la periodista, daba la impresión de ser más tonto que las tumbonas de las piscinas pues, sus explicaciones sobre las excelencias de la casa, adolecían de una falsa naturalidad rayanas en el insulto. 

Yo aguardaba con paciencia porque tenía curiosidad por ver en qué iba acabar todo aquello,  no sé, esperaba que el Fulanito se guardara para el final algún dato interesante, ya fuera sobre la arquitectura de la casa, sobre alguna obra de arte de valor que poseyeran los dueños... en fin, algo de sustancia que añadiera una pizca de pimienta a una construcción donde lo único de valor que yo le apreciaba era el trabajo de la mano de obra, de albañilería, de carpintería y poco más.
  
Sin embargo, me llevé un chasco morrocotudo, porque, nada de lo que esperaba se cumplió; el reportaje estaba estudiado para que la cámara se paseara por espacios casi vacíos, escaleras sinuosas, paredes limpias, salvo algún cuadro muy efectista pero sin gran interés artístico, enormes ventanales y alturas desiguales que iban desde los tres metros y medio hasta los diez o más, en alguna zona. Cuando el cámara se dignó bajar, por fin, la cámara al suelo, me dio un subidón de adrenalina; todos los muebles de diseño  minimalistas, blancos nucleares, estaban dispuestos en centros de interés POR PARTIDA DOBLE EXACTA, es decir, te encontrabas que en una estancia como el salón por ej. todo estaba duplicado: los sofás, las mesitas, los ceniceros, las lámparas, las alfombras...  a lo que el Fulanito, con un ademán de las manos y un movimiento de cabeza muy cursis, atinó a decir "Muy original, como ves" dirigiéndose a la pobre periodista que no podía disimular su asombro y que solo pudo esbozar una sonrisa forzada. Después de tanta duplicidad, que por momentos creí que me pasaba algo en la vista, se dirigieron hacia el exterior, donde, a Dios gracias, esperaba que allí desapareciera el efecto óptico de minutos antes. Pero me equivoqué y por goleada, pues, nada más pisar el césped divisé, a distintas distancias, dos piscinas, cómo no, muy efectistas y solitarias. Como era de rigor, de aguas limpias y cálidas en apariencia, donde se reflejaba el azul de un cielo mediterráneo. Este reflejo fue lo único auténtico de todo lo que vi. De pronto, la periodista lanzó una pregunta interesante: ¿Y en cuanto se vende esta magnífica propiedad, Fulanito? "Pues verás", le contesta el hombre estirado, "en siete millones y medio de euros". "¡Ah, la verdad es que lo vale, con estas vistas al mar y demás"... ¿Crees que en estos tiempos que corren hay compradores interesados? preguntó la periodista, con voz entrecortada, una chica demasiado joven e impresionable. "Ni te imaginas cuantos", le contestó el Fulanito esbozando una sonrisa de hiena. "De hecho ya casi tenemos cerrada la venta".

 La verdad sea dicha, la oferta del Fulanito no me pareció descabellada; si lo pensaba bien, el precio era asequible para cualquiera: jubilado, funcionario, empleado, pequeños comerciantes... vamos, para la mayor parte de la sociedad española que se encuentra ahora viviendo su mejor momento. Al fin y al cabo, era un lugar soleado, perfecto para eliminar toxinas, para liberar el estrés de tanto trabajo como hay ahora sin contar las horas extras que te exige el empresario y, como redondeo de la compra, las fámulas filipinas venían incorporadas. Así que pensé: ¿Por qué no darme este capricho? Cuando casi lo tenía decidido y había anotado el teléfono de la cadena que lo emitía,  sucedió algo inesperado. El Fulanito se dirigió a la periodista y con su mejor sonrisa sibilina y de suficiencia,  le dijo: "Bueno, querida, tengo que aclararte una cosa , ese es el precio de la propiedad, vacía, sin muebles". ¡Qué batacazo! ¡Qué desilusión!        Ya no pude poner más atención porque el mundo desapareció tras la pantalla. ¿Para qué quiero yo la casa vacía, sin los muebles minimalistas a pares? Naturalmente, cambié de canal, pero me dije: "ya aparecerá otra oportunidad donde incluyan los muebles".

Bueno me voy, tengo cosas por hacer que reclaman mi real majestad, pero prometo escribir contando cualquier otra chorrada que se me ocurra que sea de interés cultural, económico o de negocio como éste.

Besos precipitados.

viernes, 14 de junio de 2013

JE T´AIME MOI NON PLUS

Querida Es:

Tú te ríes cuando te cuento algún acontecimiento que he presenciado o, simplemente me ha tocado vivir como protagonista, pero no creas, a veces no me hace ni pizca de gracia cuando me sucede. Te digo esto porque días atrás me vi involucrada, sin tener nada que ver en ello, en un hecho un tanto escabroso o si quieres perturbador.
Allá va. 
Cansada de estar en casa,  decidí bajar a Santa Cruz a dar un paseo. Tenía intención de pasar por la librería y echar una ojeada a las novedades expuestas. Si te digo la verdad, no vi nada especial, excepto un libro de Javier Sierra que me llamó la atención y que decidí comprar. Ya sé que tú te los bajas de internet y te los lees en tu book electrónico, pero a mí me encanta el roce del papel, el olor del libro y el manoseo constante de las hojas mientras lo leo. Ojalá no desaparezcan nunca. Luego me senté en una terraza donde pedí un refresco de té con limón. No sé si era por la hora, las cinco de la tarde y un solajero de no te menees, o por la crisis, (palabra mágica a la que acusamos de todos los males) que la terraza estaba casi vacía, con excepción de un hombre setentón ante una bebida espirituosa y dos mesas más allá de la mía, una señora también rondando esa edad,  aunque hay que ver qué diferencia con el hombre de su misma quinta: piel lisa, bien peinada, con reminiscencia de los años setenta, tinte reciente, vestido de corte impecable, bolso y zapatos a juego. Las uñas, como no, largas, duras, pintadas de rojo y unos dedos un poco deformes por la edad o por la artritis. Era la viva estampa de la moda retro. No estaba sola, le acompañaba una joven que sin duda era su nieta por el sospechoso parecido con ella, algo que casi al momento confirmé por la conversación entre ellas. Lo cierto es que, apenas hablaban, pues cada una estaba ensimismada en sus pensamientos y en sus bebidas. Pero de pronto algo captó la atención de la joven: dos muchachos, sobre la treintena, bien vestidos de sport, se pararon ante la cafetería hablando entre ellos muy entusiasmados. Pidieron un cortado cada uno, para tomar allí mismo, de pie, como si temieran romper el encanto de lo que hablaban si se sentaban en una mesa.   La joven, de inmediato, se revolvió en la silla, cruzó las piernas, se atusó la melenita con las manos y clavó la vista en los dos jóvenes. Sus labios se distendieron en una estudiada sonrisa y a mi me dio la sensación de que faltaba poco para que empezara a babear.
       Rompiendo ese momento mágico, su abuela le comentó algo que no pude oír y la chica le contestó con un monosílabo sin apartar su mirada del objeto de su atención. Así varias veces, incluso hubo momentos en que llegó a ignorar descaradamente a su abuela dejándola con la palabra en la boca, fija la vista en la barra del bar. La abuela, que captó la desafección de su nieta, con gesto contrariado, dirigió la vista hacia el objeto de deseo de la joven. Y aquí es cuando comienza la tragedia.
         La abuela miró a los jóvenes con mirada estrecha, analizándolos detenidamente y mientras eso sucedía comenzó a removerse disimuladamente en la silla. Con un gesto de la cabeza, como si quisiera desechar alguna imagen molesta, abrió el bolso, sacó el espejito mágico que llevan todas las mujeres, y una barra de labios con la que retocó su generosa boca. A esas alturas, el silencio se había apoderado de la mesa pues, ambas mujeres, tenían la mente en lo mismo, solo que una tenía posibilidades, en cambio la otra...
          La joven, como si la luz se encendiera en su limitado cerebro, quiso solventar el silencio con un comentario intrascendente, de puro trámite, al que su abuela, (esta vez se tomó la revancha), no prestó la más mínima atención. Su mente estaba ahora en otro lugar, en otro momento y no sé si en otra hora. Las tornas habían cambiado. 
          Yo no les quitaba ojo porque intuía lo que le estaba pasando a la abuela y no pude menos que reír para mis adentros. Me dije que quien ha montado en bicicleta, jamás lo olvida; puede que los huesos no te dejen pedalear mucho tiempo, pero sí dar unas cuantas vueltas, aunque al día siguiente no puedas levantarte de la cama por un ataque de agujetas. 
          Mientras la chica ya daba señales de aburrimiento por la ignorada de los chicos a su persona, la abuela en cambio, estaba sufriendo una transformación que me dejó atónita: empezó a jadear con la boca entreabierta, la mirada perdida, y el rostro arrebolado que, por momentos, pasaba de un blanco ceniciento a despedir llamaradas de calor. Su frente, el labio superior y la punta de la nariz se le llenó de perlitas de sudor. Creí que estaba a punto de darle un soponcio. En el momento álgido, sin disimulo alguno, se pasó las manos por su generoso busto y emitió un ahogado gritito que no pudo contener. 
        La nieta, al oírla, volvió la cabeza con gesto de extrañeza y preocupación y dijo: "Abuela, te encuentras bien, te pasa algo? A lo que su abuela haciendo un esfuerzo descomunal, respiró hondo, cerró la boca con fuerza y, colocándose la falda que, misteriosamente la tenía en las ingles, miró a su nieta con ojos vidriosos. ¿Qué me va a pasar, niña? nada, hace calor y ya estoy cansada de estar en esta terraza". "Bueno, ¿si quieres nos vamos?, pide la cuenta al camarero" "Ya, mientras tú, no dejas de mirar atontada a esos dos que ni siquiera han tenido la decencia de dedicarte una mirada" le contestó la abuela ásperamente. "Abuela, no seas tan tiquismiquis, están enfrascados en una conversación, cuando terminen seguro que lo harán, puede que hasta se sienten en una mesa" le contestó la nieta con la esperanza en su voz. ¿No podríamos quedarnos un rato más?  La abuela que ya se había puesto en pie y había captado la atención del camarero para que le trajera la cuenta, miró a su nieta con ojos severos no exentos de ira contenida y le dijo: "¿Desde cuando los venados corren detrás de los perros?" Y con paso firme, cabeza alta y bolso bien sujeto, sorteó las mesas que se habían ido llenando y anduvo calle abajo seguida de una nieta contrariada que, una vez más, antes de llegar a su altura, dedicó una última mirada a algo que pudo haber sido, de no ser por la abuela, como siempre.

          No me digas que me lo he inventado, nada de eso, fue tal y como te lo he contado. Todavía siento  cosquilleos y sudores cuando lo recuerdo. Lo peor es que no pude ver el rostro de los chicos, objeto deseseable de ¿una mujer? ¿dos? o ¿quizá de tres?

Besos disparatados.
À tout à l'heure, ma chérie.        

jueves, 13 de junio de 2013

LA PRIMA DEL RIESGO

Querido C.:

Hoy me he levantado acordándome de tu madre a quien le apasionaban cosas tan dispares como la política, la música clásica, en especial Schubert, las quinielas, los ciegos y sobre todo una buena e interesante conversación. Todas ellas son comprensibles y no tienen mayores dificultades, ahora bien, siempre me llamó la atención cómo seguía con apasionamiento todo lo relacionado con la política, desde la marcha de Franco a la entrada de la democracia. Me extrañaba mucho su tendencia republicana y los comentarios que solía hacer para sí misma sobre la monarquía. Algunos comentarios podía entenderlos pero otros se me escapaban, hasta cierto punto lógico, si tenemos en cuenta que yo era muy joven y no conocía otro régimen político que el de Franco. Años después, cuando las aguas se calmaron y la democracia iba pisando el suelo español con más autoridad y mis conocimientos se ampliaban en la Facultad de Historia, comprendí mejor a tu madre. Supongo que, como muchos de su época, hablaban desde la experiencia vivida, aunque no del conocimiento exacto de los hechos pues no pudieron ahondar en los entresijos de lo que sucedía en aquellos tiempos más que de forma sesgada, por habladurías y por resultados. Las causas de los hechos, probablemente se le escapaban. No obstante, era inteligente, vivió los años de la república, la guerra civil , la segunda guerra mundial y, durante las dos últimas, trabajó en una empresa alemana. Así que, cuando opinaba sobre alguna cuestión de política, no me extrañaba demasiado que supiera manejar los términos adecuados con tanta precisión, pero sí me llamaba la atención que, siendo mujer, estuviera tan bien informada,  incluso mas que un hombre y se atreviera a entrar en un debate con ellos con la mayor naturalidad.

          LA PRIMA Y EL RIESGO
        Me imagino que estarás preguntándote por qué saco todos estos recuerdos, pero es que no he podido menos que acordarme de ella cada vez que enciendo la tele y veo las tertulias y debates sobre la política del día a día. Y una de las cosas que más me ha llamado la atención es el parte diario de la "Prima del Riesgo" como yo la llamo. Para los economistas y los políticos puede que esté muy claro, pero lo que es para los 33 M de españoles restantes, entre los que me incluyo, ni mu. Creo que Riesgo nunca imaginó que iba a hacerse tan famoso a costa de una prima lejana, hija de su tía la Bolsa y hermana del engominado Ibex 35. Riesgo siempre fue un tío tímido, apenas perceptible antes de la democracia, pero en cuanto se hizo mayor tuvo claro que lo que a él le gustaba era el riesgo, de ahí el apodo que le puso la familia política. Hacía de doble en las películas, en las series de asesinatos, donde podían tirarlo desde una ventana de un rascacielo a lanzarlo al vacío desde una azotea. Otras veces, montando a caballo, era capaz de ponerse de pie en la grupa del mismo y lanzarse hacia el otro que galopaba a su lado con la intención de tirarlo al suelo... En fin, toda una serie de riesgos que se lo pedía el cuerpo, como solía decir jocosamente. Todo eso le divertía, cobraba un buen sueldo y su filosofía de vida era "a vivir que son dos días". Pero de pronto, sin comerlo ni beberlo, ve como su nombre aparece en todas la televisiones, revistas especializadas, debates económicos y demás hierbas de todo el mundo, nada menos que por causa de su prima, que unas veces ganaba 600 puntos y otras caía en picado hasta los 280, algo que para él era del todo incomprensible. Y para más enjundia, lo asociaban con él, que apenas la conocía, como si tuviera la culpa de esas subidas y bajadas que tanto estaban dando de que hablar y que él desconocía; para empezar lo de los puntos.
 
      ¿Crees que tu madre, de existir hoy, sabría explicarnos lo que es la Prima del Riesgo"? Seguro que si. Nos daría una charla, eso sí, en la playa y bajo una sombrilla, todos sentados a su alrededor oyendo con atención y tomando apuntes sobre lo que significaba la Prima y el Riesgo y la explicación de por qué una no puede existir sin el otro. ¿Ves? Esas son las cosas que echo de menos, una buena explicación política-económica,  a ras de suelo y comprensible, algo que hoy solo está al alcance de unos pocos. No me extraña que se vea tanto la telebasura, como llama la gente a los programas absurdos, horteras y sensibleros; hablan en un lenguaje que la gente entiende: insultos, palabrotas, gritos... y no digamos las vestimentas y peinados. Algunos están francamente bien, nada que decir, pero otros ¡agüita! parecen sacados de una gala de Drag Queen. Pero es lo que la gente entiende, no en balde nos hemos currado ser el país con más abandono escolar de toda Europa y si me apuras de todo lo que llamamos primer mundo. ¡Ah, cuánto echo de menos a tu madre! lo primero que nos diría es que, no es la Prima del Riesgo, sino la prima de riesgo y luego se lanzaría a hacer lo que más le gustaba: sembrar la semilla de una buena discusión sobre el tema. En fin, un recuerdo más para ella, y para ti, acuérdate de que, como buen hijo suyo, tienes que sacar el mayor provecho de la "millonaria" herencia de tu padre que, según me dijeron, va con viento de través.

    Como dice Riesgo: "A vivir que son pocos los días y si algo te cae de la herencia estállatela en lo que más te guste, pues para el otro mundo vamos desnudos".

     Buena suerte y buenos días. (Creo que la cita es de una película, no me acuerdo de cual), pero viene al caso. Besos amontonados.
Ana.
                     

lunes, 10 de junio de 2013

PES RES

Querido To.:

Anoche, desvelada por la tensión que aún persistía en mi por el partido de Nadal con Djokovic, encendí la tele a ver si viendo alguna peli de "trompadas", de esas en las que no tienes que pensar en nada, lograba relajarme y dormir, pero me encontré conque ya habían acabado todas las series y lo único que había eran "propuestas de venta" de las cosas más increíbles que puedas imaginar. Una de ellas llamó mi atención por lo insólita. El producto era algo así como "Pes Res", no sé si está bien escrito porque no lo anoté. El susodicho consistía en un artilugio que enchufas en la pared y espanta a todos los bichos que intentan entrar en tu casa por medio de una red invisible de electricidad que se transmite por las paredes. Hasta ahí, todo me pareció normal, al fin y al cabo es como muchos que compras en el super para distintos bichos que suelen aparecer de manera estacional, sobre todo en verano por el calor. No obstante, no estaba preparada para lo que vi. Por lo visto en todas las casas de cierto nivel (así aparecían en la tele), bien amuebladas, buenos elementos constructivos y espaciosas, es donde más bichos hay: miles de cucarachas trepaban por las paredes, en los lavabos, en los conductos del agua y en casi todos los rincones de la casa. A esto súmale la convivencia con las ratas y ratones infiltrados en los armarios, debajo de las camas, sillones y demás lugares. Francamente, estaba aterrada y asqueada de ver aquello. Incluso había un perro que olisqueaba la comida en medio de los bichos. A mí me dio la impresión de que quería comer y no podía.
Cuando el anuncio terminó y yo esperaba que pasaran a la siguiente propuesta, aún asqueada por lo que había visto, veo que comienza de nuevo. Apagué la tele, claro. Desde luego, si lo que quería era relajarme para poder dormir, había puesto el canal equivocado, ya que, a partir de ese momento, lo único que oía en mi dormitorio eran ruiditos sospechosos que me mantuvieron en vela hasta las seis de la mañana, en que creo que, agotada, me quedé dormida.
        Cuando me desperté y fui consciente de lo que había visto, me dije que era mejor visitar a alguien que viviera en una chabola que visitar a una amiga en el centro de la ciudad en su magnífico ático. En el primero tenía la plena seguridad de que el único bicho viviente que iba a encontrar era al propietario de la chabola, pero en la segunda iba a ser recibida por una enorme cucaracha reina de pie, vestida de frac que me abriría la puerta y me conduciría al interior flanqueada por unos magníficos ratones, lacayos impertérritos, hasta la sala principal donde se encontraría mi amiga, sentada en un magnífico chester, herencia de su abuelo, con su enorme perro correteando detrás de todos sus "congéneres".
        Aún así, me dije: ¿Por qué no ir a visitarla? Lo único que tenía que hacer era llevarle un regalo: una batería de Pes Res y asunto solucionado; le desaparecerían todos los "inquilinos molestos", como decía el anuncio, y ella volvería a resplandecer de alegría.
       Te cuento esta historia porque me acordé de tu insomnio. ¿No será que tienes esos inquilinos molestos y no te has dado cuenta? Podría ser muy, pero que muy factible, ya que te pasas tocando el piano muchas horas y el ruido no te deja oír lo que está pasando en el submundo de tu casa. Pregúntate si lo que me comentabas el otro día acerca de la sonoridad del piano que te parecía que lo estabas encontrando un poco sordo, no será porque dentro tienes a unos pequeños roedores que están comiéndose los martillos o brincando entre las cuerdas. Siento decírtelo, pero revisa, y revisa bien, ya que si es así, tiene solución: Pes Res en todas partes.
He mirado en internet y el nombre correcto es Pest Reject. Da igual, a mi en español me sonó más fácil de la otra manera.
Besos a montones (ponle música a esta despedida y verás qué bien suena).

Ana    



sábado, 8 de junio de 2013

PARTIDO NADAL-DJOKOVIC DE ROLAND GARROS

Querida Te:


No recuerdo tener tantos nervios en el estómago como ayer, horas antes del partido de tenis de Nadal y el serbio Djokovic, en la semifinal del Roland Garros. Para empezar, me levanté, me hice un café, me fumé un par de cigarrillos y de nuevo me tiré en la cama a leer un rato. No tenía intención de quitarme el pijama ni de hacer nada que no fuera esperar a que dieran las 12h que comenzaba el partido. Aún así, al rato de estar leyendo, volví a levantarme para desayunar algo ligero: sandía con queso blanco fresco y un café descafeinado con leche desnatada, por aquello de mantener a raya la línea y las grasas. Y por fin dieron las doce y comenzó el partido. No te lo creerás, pero en lo primero que me fijé fue en la cara de Nadal, en sus ojos, en su boca y en el ceño de su frente. Tuve un pequeño atisbo de que quizá, tal vez, su actitud en la pista iba a ser diferente. Allí había un trabajo mental de determinación, de "esta vez no, este partido es mío al margen de lo que suceda en la final". Esa sensación que percibía en él me la transmitió. Ya sé que vas a decir que era más sugestión que realidad, pero te aseguro que me dispuse a ver el partido agarrada a esa percepción, pasara lo que pasase. Y pasó lo que tenía que pasar cuando dos gladiadores luchan por su vida en la arena del circo. Yo cantaba a pleno pulmón los aciertos de Nadal y aplaudía como si pudiera oirme y, de la misma manera, me ponía en pie cuando el otro le arreaba un par de sablazos y lo dejaba temblando. Ya sabes que, como deportista que siempre fui y lo seré hasta el final aunque ya no haga otra cosa que caminar para fijar el calcio con el sol de la mañana, (como me ordena mi médico),analizaba el sistema de juego de cada uno de ellos con toda la imparcialidad que podía, aunque, de vez en cuando, la emoción me traicionaba.
 El resultado se estaba mostrando imprevisible: 1-0, 1-1, 2-1, 2-2 (Sets) y mi mayor temor se cumplió: la llegada al 5º Set, donde esperaba que Djokovic, entre película y película, se disparara. Altanero por momentos, seguro de su triunfo, un Nadal a remolque y yo, muda, conteniendo el aliento y aferrada a las sábanas como si la vida se me fuera a escapar de un momento a otro. Creo que la tensión se me disparó en el momento en que Nadal igualó el marcador y ya en la recta final iban equiparados. ¿Crees que le puse atención? Ninguna, no podía ni mirar la tele, solo la oía mientras me sableaba las uñas. Pero te contaré algo que suele suceder en las grandes contiendas, vayan contigo o no: la emoción de un duelo se pega y así, en un momento dado, todos los inquilinos de la casa, en sus respectivas habitaciones estaban siguiendo el partido aunque no conociesen las reglas del juego. Hubo un momento en que salí a buscar un bollo de azúcar, (adiós a la dieta) porque la ansiedad me estaba matando y resultó que en el salón nos encontramos todos hablando de lo que estaba pasando en el duelo que se libraba a vida o muerte, allá en el París de la Francia.
La emoción subió de grado, se me puso por momentos en  25º la tensión arterial, por lo menos; las manos las tenía heladas, los pies no los sentía, mi cuerpo flotaba en la cama y hubo un segundo en que noté que levitaba, que mi cuerpo se levantaba a dos palmos del colchón como la niña del exorcista. Fueron unos minutos, los minutos últimos donde todo estaba a punto de desencadenarse, Vida o Muerte. Miré la cara de ambos jugadores, su expresión corporal, la determinación de uno y otro y entonces lo presentí. Una fracción de segundos nada más pero la expresión de Djokovic fue de miedo, de incertidumbre, de duda, una flaqueza que su oponente supo captar, estoy segura porque, a pesar del cansancio, Nadal distendió la frente, apretó la raqueta con fuerza, miró a su rival con furia contenida y le lanzó el último mensaje: "Adiós, esta vez me  toca a mí". La pelota voló, interminable en su giro, buscando como colocarse en el punto justo de la arena; el público contuvo el aliento, quince mil personas en silencio seguían la dirección de la pelota, y por fin, llegó a su destino. Fue cuando me di cuenta de que había aterrizado en el colchón. No me preguntes qué hacía a dos palmos del mismo, pero me acuerdo de un profesor de árabe de la facultad que, un día nos habló de las situaciones límites, de lo que somos capaces de hacer cuando tu vida depende de lo que decidas en ese instante aterrador y comprendí que yo había estado en esa situación momentos antes, luchando codo a codo con Nadal, apoyándole, ayudándole a no flaquear y, esa horrible y emocionante tensión, había descolocado mi cuerpo, mi alma y todo mi ser. 
Querida hermana, estoy agotada, revivir lo que pasó en ese épico partido me ha pasado factura: tengo agujetas en todo el cuerpo, no en balde he jugado casi cinco horas frente a uno de los mejores jugadores del circuito y he ganando, ¡HE GANADO! con mayúsculas, como debe ser. Sin embargo, me siento con fuerzas para dar un largo paseo por París, que como sabes, estoy convencida de que es la ciudad más hermosa del mundo, comprar un ramito de flores y deambular por las márgenes del Sena observando las idas y venidas de sus habitantes, sola y acompañada de mis recuerdos y mis emociones. Lo malo es que no estoy en París, pero no te preocupes, como si estuviera. La imaginación es poderosa. Por cierto, tengo que contarte lo que me sucedió hace unos días en una terraza mientras me tomaba un descanso y un cortado. Auténtico.

Besos a montones.      

viernes, 7 de junio de 2013

1 a 0 A LA TECNOLOGÍA

Queridísimo F.:

Anoche cuando me enviaste el mensajito, estaba reventada de, prácticamente no hacer nada físicamente, excepto "pensar" lo cual es más agotador que trabajar todo un día acarreando bloques en una obra, donde la mente está en línea plana las ocho horas. No obstante, fui a recoger a mi nieto, guapísimo dicho de paso, al colegio, lo que me hizo "pensar" y aquí comienza el cansancio, que la historia se repite una y otra vez, solo que tienes más años. Me vi apoyada en una palmera resguardándome del sol a la espera de la salida de la chiquillería que, cuando se abrieron las puertas, se agolpaba en tropel para salir a escape. Solo "pensaba", "espero que él me vea a mí", porque yo no atinaba a ver más que un caleidoscopio azul y blanco, el de los uniformes y casi todos los críos de tamaños parecidos, lo mismo que nos pasa cuando vemos las manadas de Ñu de las praderas del Masai Mara. En efecto, fue él quien me vio. A continuación, fui a buscar al inquilino que comenzaba ayer en la habitación que me quedaba libre. 30 años, normalito y por lo que me pareció, igual que el resto del "Hotel en llamas", buena gente y poco más.  Menos mal que los email, algún debate interesante de la tele, los torneos de tenis con Nadal, por supuesto, si no no tiene gracia, la lectura, el contacto con mi amiga Cristina de Alicante que es historiadora como yo y las pocas conversaciones que puedo tener con alguna que otra persona no me hacen descender a los infiernos de la incultura y logran mantenerme cuerda. 
Otra actividad que me agota es, "pensar" cómo dominar la tecnología androide del móvil que acabo de estrenar. Para empezar los cuadrados de las letras son tan grandes que cuando escribo un texto me suele quedar así: "Esrava cimiemfp pptake" que traducido es "Estaba comiendo potaje". Luego, con mucho cuidado vuelvo atrás, lo borro y con la punta del dedo, táctilmente, cuidadosamente y lentamente, intento que el mensaje salga comprensible. Algo que antes hacía con los ojos cerrados en mi Nokia estupendo, ahora me ocupa el triple de tiempo. No te quiero ni contar el resto. Por ej.: el Calendario. Fui a tres tiendas Movistar para que me lo explicaran pero me encontré con que en ninguna sabían como hacerlo. En una de ellas, la tercera, creo, la chica que me atendió, llena de buena disposición, llamó por teléfono al técnico de la Samsung pero, a pesar de todas las explicaciones, tampoco fue capaz de resolverlo. Así que en vista del frustrante resultado que me ocupó toda una mañana, al llegar a casa "pensé" ¿y si me meto en la pág. de Internet de las instrucciones? ¿Existirá eso? como siempre oigo que ¡todo está en Internet! pues iba a comprobarlo. ¿Por qué no?  Me atreví con las tres w y ¡Holala!, no solo lo encontré sino que lo resolví: resulta que faltaba un paso. 1 a 0 a mi favor. ¡Por fin le gano una a la tecnología! me dije, pero ya estaba agotada de tanto "pensar". Ahora viene la parte de las fotos, mejor dicho, cómo enviar las fotos a la gente, espero que sea algo más simple, se lo preguntaré a Tere que es una fiera con el móvil y que tiene uno como el mío. Y así sucesivamente. El día que termine de aprenderlo, ya no se usarán Tfnos. la gente se comunicará de otra forma y claro, yo estaré desfasada como siempre. 

No he visto cosa más incordia que lo de táctil, al menos para gente de mi edad que aprendimos pulsando botones, teclas, cosas tangibles y mecánicas, coser a máquina, lavar la loza a mano como la duquesa de Alba, el teléfono rodando los números en el sentido de las agujas del reloj con unos agujeritos donde cabía el dedo como H. Bogard, usar la drapa para el piso y no la batería de maquinas a vapor y no sé cuantas chorradas más que llenan un cuarto entero de cachivaches y que cada vez que los tienes que usar tienes que "pensar" cómo  utilizarlo.  

Después de todo esto, comprenderás por qué estoy tan cansada. Pensar no es fácil, es de las cosas más difíciles que existen y a estas alturas también me gustaría que alguien pensara por mí, vamos que, pudiera pagarle por ello, como quien paga a un chófer o a un cocinero.

Tengo que contar algunas cosas más pero lo dejaré para otro rato, solo "pensar" en lo que tengo que contar ya me cansa. 

Besos a montones y muchos abrazos. MUAAAAAAAAAAAAAAAA