sábado, 17 de agosto de 2013

PARTIDO NADAL-FEDERER, CINCINNATI

Querido Al:

En esta vida se necesita tener siempre varios frentes a los que acudir para que no te atrape la monotonía. Yo los tengo, espero que tú también. Ayer se me presentó uno de esos momentos mágicos, esperado durante todo el día, y que, por fin, llegó la hora de disfrutar: el partido de Nadal contra Federer en Cincinnati.
   Me encanta la espera de un momento como ese, se me activa la mente y el cuerpo; me entran unas ganas locas de hacer cosas durante las horas de espera. Es como estar al volante de un Ferrari, manejar el timón de un velero o llevar los mandos de un avión. ¿Lo entiendes? Es la sensación de libertad, de alegría por la vida. Nada importa, nada te molesta cuando esperas uno de esos momentos mágicos que te brinda un día cualquiera. Es cierto que me los trabajo, procuro buscarlos y, a veces, los encuentro en pequeñas cosas, como me ha pasado estos últimos meses en los que, desempolvé la máquina de coser para dedicarme a hacer trajecitos a mi preciosa nieta después de un montón de tiempo sin coger una aguja. La emoción de ver que la tela se va transformando en un delantero, en un canesú y que, un cuello, por fin, ha encajado en su sitio y ha quedado perfecto, es magnífico.
      El partido lo retransmitieron ya empezado en dos juegos y, las voces de mis admirados Tomás Carbonell y Arseni, no se oían. Televisión española no conseguía corregir ese defecto, pero tampoco afectaba demasiado al partido que iba muy rápido, tanto como la pista, donde la pelota, en ocasiones, no lograbas verla caer.
Ambos jugadores se tanteaban, medían sus armas, se provocaban. Buscaban camorra pero no a lo loco. Cada cual tenía su estrategia y en la mirada y gestos de ambos, había determinación. Hacía tiempo que no veía a Roger con la mirada atenta, el cuerpo en tensión, vigilante y con chispa. Me gustó, me gustó mucho su actitud porque prometía un partido con emoción. Nadal, en el otro extremo, se mostraba con las mismas ganas de ganar, aunque creo que se vio sorprendido por el arrojo de Federer. Pienso que lo esperaba como en los últimos partidos en los que se habían enfrentado: derrotado antes de empezar. Pero esta vez, Federer había ido para ganar, lo iba a intentar y lo demostró durante los dos primeros Sets. Ambos jugaron de igual a igual, el marcador reflejaba fielmente lo que estaba sucediendo en la pista y el último juego del primer Set, que sacaba Nadal para empatar a seis, inclinó la balanza a favor de Roger. 7-5
 Esta vez no estaba nerviosa, estaba tranquila porque ambos estaban a la par y eso me gustaba. Un jugador encogido desde el comienzo no promete nada y yo sigo teniendo el corazón de una deportista. El ventilador me daba en la cara, me estaba derritiendo de calor y apenas me atrevía a moverme encima de la cama, de cara al televisor; parecía una estatua abandonada.
    La pista central estaba tan abarrotada que creo que se vendieron entradas de más. Te digo esto, porque en uno de los descansos enfocaron a una de las puertas, en lo alto de la grada y, pude ver a los porteros como hacían indicaciones a un numeroso grupo de gente que intentaba entrar que tenían que ir hacia atrás. La verdad no sé a donde podían ir, pues allí no cabía un alfiler. El pasillo donde se levantan los mástiles con las banderas estaba colapsado de gente en pie enarbolando las banderas de su jugador favorito.
  Hubo puntos espectaculares, la gente, emocionada, aplaudía los golpes inverosímiles que ambos jugadores brindaban al público y que no se aprenden en ningún manual de tenis. La tensión llegó hasta tal punto que una señora del público, comenzó a indicarle a uno de ellos, no sé a cual, que respirara hondo y echara el aire despacio para relajarse. No sé cómo los cámaras captan a estas personas entre las miles que hay, pero son geniales. Es la mejor manera de enseñar el ánimo que se respira en el estadio.
    El segundo Set iba igual de igualado que el primero, pero en esta ocasión, Nadal volvió a decirle a su cabeza que no, que no iba a permitirle a Roger que lo echara de allí tan pronto. Quizá en el tercer Set, pero no en el segundo. 6-4 y ganó el 2º Set.




 Su gesto de alegría por la victoria iba acompañado del rugido de una fiera: Vamos. Ese "vamos", ronco, alargado en las dos sílabas, bien vocalizado para que no queden dudas, con el brazo flexionado, el puño cerrado, alzada una pierna en ángulo recto y la raqueta en la otra mano. El público contagiado, bramó al unísono. El espectáculo se alargaba, la lucha no había terminado y el ambiente estaba preparado para acoger al 3º Set definitivo. Para los jugadores, el marcador volvía a estar como al comienzo pero, algo había variado. Para empezar, Roger ya no transmitía, no sé si es porque ya no lo sentía o porque no podía, el ansia de ganar de los dos primeros sets. Se podía ver, con absoluta claridad, como su mente se encogía, se arrugaba y se daba por vencido. Era como ver a un hijo, se sabe lo que siente con solo mirarlo. Enfrente, Nadal. Testarudo, con las astas abiertas, chorreando sudor y bufando, mientras sus zapatillas calentaban la pista adelante y atrás. Se ha dado cuenta de lo que le pasa a Roger, lo conoce bien, sabe que se ha cansado de luchar, que se ha dicho a sí mismo que no vale la pena, que Nadal le va a ganar haga lo que haga, que ya no puede con él. Y, con esta certeza, real o imaginaria, coge la raqueta, como el torero la espada y, se dirige a la pista con el ánimo del ganador. Esa seguridad bloquea más a Roger, lo va debilitando mentalmente y yo, no puedo dejar de sentir la pena que él mismo siente. Me parecía estar dentro de su cabeza oyendo como se decía a sí mismo que los días de gloria habían terminado, que solo le quedaban los recuerdos y el regalo de un público que no le olvidaría. "Dicen que he sido el mejor jugador de la historia del tenis pues,a estas alturas, debería bastarme. Pero no es así, seguiré jugando hasta que la ilusión se apague porque el tenis ha sido y es mi vida y mi pasión. Me lo ha dado todo y de alguna manera debo agradecérselo, aunque solo sea apareciendo en las pistas para que me vean mis seguidores".
   Nadal, con la mente de un español, el español que echó a Napoleón, a los árabes y a los romanos de sus tierras, bajó la cabeza y se dispuso a empitonar a Roger. Yo sabía que lo conseguiría, el público que aplaudía y Roger también. Él, más que nadie. Y así fue. Consiguió ganar y, su alegría se hizo manifiesta. Ambas manos en alto con los puños cerrados, la boca entreabierta, la camiseta completamente mojada por el sudor, la cabeza ligeramente atrás y los ojos cerrados, saboreando la victoria. Una visión de paz y de gloria.






Dormí como un lirón. Y, hoy es otro día y, otro partido: la semifinal. Debería ser más importante que el de ayer, pero no será así, yo lo sé, lo sabe Nadal y el público también. Gane o pierda Nadal, no me importará tanto, pues no tendrá el sabor del partido de ayer. Nunca veremos un tenis tan competitivo, imaginativo, elegante, rudo y todos los demás adjetivos que faltan, que el que nos ha proporcionado estos dos monstruos: Federer y Nadal, o Nadal y Federer. Es lo mismo, da igual. Le doy las gracias a los dos por ello. Aún tengo la esperanza de ganar una lotería y poder verlos jugar en vivo, pero si no es así, tampoco importa. Los he visto tan de cerca en la televisión que casi es como haberlos visto en persona. Siento un profundo agradecimiento por los buenos momentos que me han hecho disfrutar a lo largo de todos estos años. Me quedo con ese magnífico recuerdo. Espero que tú también tengas ese algo que apasiona; sin pasión, la vida se desliza sin que te enteres. No lo permitas.


       


 À toute à l'heure, mon chérie.
               

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